Luis Ansa, la Voie du Sentir

« … Un beau jour il nous exhorta à décréter, au centre de nous-mêmes, un espace vide où le miracle pourrait nider. J’entends encore sa voix de basse profonde : «Il faut pour cela un lieu libre de tout, y compris de vous-même. C’est cela que les chamans m’ont appris, à ovuler. Je suis devenu une femme» Nulle n’avait plus que moi, en ce temps-là, besoin d’entendre ces mots salutaires. Voilà comment, tout en douceur, il me conduisit à adopter un espace de grâce, comme on adopte une motion de censure ou un orphelin du tiers-monde. Si j’avais su les conséquences de mon acte j’aurais hésité, mais j’étais une cruche insatiable, toute excitée à la perspective de se remplir de bonnes choses. J’ai pondu et niché l’oeuf au coeur de mes entrailles… »

Gratitude infinie à Luis Ansa, éclaireur sur le chemin du féminin (et bien plus encore)

 Luis

CASTELLANO/

Estamos en el proceso de traducir al castellano el libro « Luis Ansa, la Via del Sentir », y buscando una casa editorial…

Extracto del primer capitulo (traducido por Pablo Arellano) :

« … Tuve la suerte de apercibirme, no muy pronto, hacia los treinta, treinta y cinco años, que en el camino que había tomado para buscar extraerme de mi estupidez, todos los banquetes, todos los restaurantes, todos los hoteles habían sido previstos. Existían, estaban ahí, y yo me desesperaba por saber dónde iba a comer al día siguiente, en qué hotel iba a descansar. Hablo simbólicamente, por supuesto. Me di cuenta que para participar en el banquete, bastaba con recorrer el camino de manera abierta; no decir, de aquí a un año, tengo que encontrar tal cosa en particular, de aquí a tres años, tengo que conocer a tal maestro. No había que proyectar, había que estar abierto. Pero no lo había sentido enseguida. En mi juventud, llevaba puesto el viejo abrigo de mi padre, el sobretodo de mi madre, el sombrero de mi abuelo, de mis tíos y el de los curas.
“Podría decir que uno de mis primero encuentros importantes fue aquel que tuve con un chura, hacia los dieciséis o diecisiete años, en Tiahuanaco, en Bolivia, en las orillas del río Titicaca. Un chura es un personaje mítico Aimara. Este hombre era un jefe religioso, no tenía, por supuesto, certificado alguno. No hablaba mucho, pero me expresaba grandes señales de ternura. Y en Tiahuanaco, donde estaba completamente solo entre los indígenas (¡El lago Titicaca, está en las grandes alturas, las grandes soledades!) me entreabrió las puertas de un mundo de presagios, de un mundo de intuición, de un mundo de percepción sensitiva, de un mundo tan frágil y efímero como las notas de la música de Bach que escuchamos en ese momento. ¡Tienen un sabor en el momento en el que pasan y después, ya pasaron! »

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